viernes, 19 de junio de 2009

21 de junio de 2009, Decimosegundo Domingo del Tiempo Ordinario

Primera Lectura

Job 38, 1. 8-11

 

l Señor habló a Job desde la tormenta y le dijo: "Yo le puse límites al mar, cuando salía impetuoso del seno materno; yo hice de la niebla sus mantillas y de las nubes sus pañales; yo le impuse límites con puertas y cerrojos y le dije: 'Hasta aquí llegarás, no más allá. Aquí se romperá la arrogancia de tus olas' ".

 

Salmo Responsorial

Salmo 106

 

R. Demos gracias al Señor por sus bondades.

 

Los que la mar surcaban con sus naves,

por las aguas inmensas negociando,

el poder del Señor y sus prodigios

en medio del abismo contemplaron.

 

R. Demos gracias al Señor por sus bondades.

 

Habló el Señor y un viento huracanado

las olas encrespó;

al cielo y al abismo eran lanzados,

sobrecogidos de terror.

 

R. Demos gracias al Señor por sus bondades.

 

Clamaron al Señor en tal apuro

y él los libró de sus congojas.

Cambió la tempestad en suave brisa

y apaciguó las olas.

 

R. Demos gracias al Señor por sus bondades.

 

Se alegraron al ver la mar tranquila

y el Señor los llevó al puerto anhelado.

Den gracias al Señor por los prodigios

que su amor por el hombre ha realizado.

 

R. Demos gracias al Señor por sus bondades.

 

Segunda Lectura

2 Corintios 5, 14-17

 

Hermanos: El amor de Cristo nos apremia, al pensar que si uno murió por todos, todos murieron. Cristo murió por todos para que los que viven ya no vivan para sí mismos, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.

 

Por eso nosotros ya no juzgamos a nadie con criterios humanos. Si alguna vez hemos juzgado a Cristo con tales criterios, ahora ya no lo hacemos. El que vive según Cristo es una creatura nueva; para él todo lo viejo ha pasado. Ya todo es nuevo.

 

Lectura del santo Evangelio

Marcos 4, 35-41

 

En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo:

 

Un día, al atardecer, Jesús dijo a sus discípulos: "Vamos a la otra orilla del lago". Entonces los discípulos despidieron a la gente y condujeron a Jesús en la misma barca en que estaba. Iban además otras barcas. De pronto se desató un fuerte viento y las olas se estrellaban contra la barca y la iban llenando de agua. Jesús dormía en la popa, reclinado sobre un cojín. Lo despertaron y le dijeron: "Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?"

 

El se despertó, reprendió al viento y dijo al mar: "¡Cállate, enmudece!" Entonces el viento cesó y sobrevino una gran calma.

 

Jesús les dijo: "¿Por qué tenían tanto miedo? ¿Aún no tienen fe?" Todos se quedaron espantados y se decían unos a otros: "¿Quién es éste, a quien hasta el viento y el mar obedecen?"